Todas las noches prepara su bolsa, se asegura que nada le falte. Esta
noche llueve con una fuerza brutal, pero ella se prepara porque no hay tregua,
ellos la necesitan ¿Cómo quedarse en casa sabiendo que estarán esperándola? Se
pone su ropa discreta para pasar desapercibida. Irá en silencio, intentando no
llamar mucho la atención. Antes no tomaba tantas precauciones, la pasión
primeriza le llevaba a ser impulsiva y pasional, sin embargo con el tiempo ha
tenido que rectificar ante la incomprensión de la gente.
Absorta en sus pensamientos se prepara para salir, qué noche más
desagradable, piensa. Hoy no podrá
disfrutar de ese momento con ellos y le angustia pensar en cómo darles su
comida hoy. Sale a la calle encogida como si eso le hiciera trasparente ante
las miradas. Se encamina en silencio hacia el lugar donde sabe la estarán
esperando. La calle oscura la arropa. Piensa con temor qué se encontrará hoy ¿estarán
todos? ¿saldrán a su encuentro bajo la lluvia para poder identificarlos? Sus
pensamientos siempre son los mismos, siempre sufriendo por ellos. Hoy falta uno
¿dónde estará? ¿le habrá sucedido algo grave? este está muy delgado... ¿estará
enfermo?
Siempre atenta a cualquier agresión de que puedan ser objeto, ella
vigila para que nada les suceda. Absorta en sus pensamientos, su figura
alargada entre las sombras de la calle camina sin vacilar hacia su destino. No
tarda en comprobar esbozando una cotidiana sonrisa las sombras de sus esbeltos
cuerpecitos, que al verla, saltan de sus atalayas y con caminar elegante, como
es propio de los felinos, corren a su encuentro.
Comienza una danza a su alrededor con coros de distintas tonalidades
que a ella le suenan a celestiales y poco a poco recorre con su mirada sus
figuras, haciendo recuento de todos ellos, con la esperanza que esta noche
estén todos. Mira a su alrededor de forma furtiva asegurándose que no hay nadie
y les sacia sus cuerpecitos sintiendo una satisfacción inmensa al verles comer
todos juntos. La emoción le embarga y por un momento olvida todos sus temores ¡están
todos!
Terminado su ritual, recoge todos aquellos restos que puedan delatar
su presencia y se despide de sus gatos, sus bellos y queridos gatos, esos
animales que han cambiado su vida y la han convertido todas sus noches en una
furtiva para los intolerantes. Furtiva para las personas que la ven como a una
loca que no tiene otra cosa en su vida que alimentar a esos animales
asquerosos. Ella sufre sus embestidas con resignación pero sonríe, porque sabe la pobreza interior de esas
personas y también sabe que ninguno de sus ataques le hará desistir de ir cada
noche llueva, nieve o haga calor a cumplir con ellos, esos seres que la han
humanizado, han cambiado su vida y le han dado la posibilidad de vivir una vida
más plena.
Termina finalmente y con lentitud, rastrea lentamente con sus ojos
todas esas figuras que ella bien conoce y ama. Algunos se restriegan contra sus
piernas con gratitud, otros se lavan después de su suculenta cena. Se gira y se
encamina de nuevo por la calle volviendo la cabeza para asegurarse que todos se
quedan en sus lugares. De nuevo en silencio camina pensando que ¡esta noche ha
estado bien! ¡no faltaba ninguno!
Homenaje a las Alimentadoras - Por Ana María García Pacheco
Homenaje a las Alimentadoras - Por Ana María García Pacheco